Por: ALFREDO VARGAS ORTIZ
Orgullosamente Docente de la Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia.
Quienes frecuentamos el centro de la ciudad y sus alrededores, o desarrollamos actividades profesionales o comerciales, padecemos la falta de civismo de muchos ciudadanos que sacan la basura a deshoras, botan papeles, plásticos de sus alimentos o compras realizadas en las calles. Lo mismo ocurre con los escombros y los huecos que hacen en muchos casos sin permisos, mostrando su falta de educación y compromiso con la ciudad. Todo este desorden se exacerba en la ribera de los ríos Las Ceibas, el Río del Oro y el Río Magdalena, que se convierten en verdaderas cloacas de desadaptados que vierten todos sus desechos a las orillas de sus cauces.
Este desalentador panorama ocurre en las cercanías de la Alcaldía de Neiva y sus dependencias como la Secretaría de Medio Ambiente, la Secretaría de Salud, la Dirección de Espacio Público y la Corporación del Alto Magdalena (CAM), la Policía Ambiental, entre otros responsables que cuentan con considerables recursos y personal, pero parecen haber perdido el rumbo de lo prioritario de su quehacer, que no es otro que garantizar unas condiciones ambientales y de salubridad dignas para todos los ciudadanos y visitantes. Los recursos están, las normas también, así como el personal, pero el problema persistirá mientras no se tomen medidas contundentes para lograr un verdadero cambio cultural en nuestra ciudad, donde la cultura del reciclaje y el respeto por el espacio público sean la norma y no la excepción, tal como lo logró Antanas Mockus en Bogotá, D.C. Necesitamos un ejército de mimos para lograr un cambio cultural permanente, que de la mano del arte, con el uso intensivo de la pedagogía y el diálogo intensificado, podamos darle a nuestra ciudad un tratamiento diferente.
Los cambios se logran con amor o con dolor; para quienes deseen aprender por las buenas, existen las campañas pedagógicas, y para aquellos que quieran aprender por las malas, se les debe dar una dosis importante de rechazo social y sanciones económicas y pedagógicas para que entiendan cuán perjudicial es contaminar nuestra ciudad. Neiva aspira a ser una ciudad de eventos, y todos debemos aportar nuestro grano de arena para lograrlo; lo mínimo que podemos hacer es no contaminarla, y es crucial que nuestras autoridades actúen con todas las herramientas a su alcance, mostrando una mano abierta en principio, pero también un puño cerrado si lo que se insiste es en la incultura.
Existen numerosos ejemplos de ciudades limpias, pero esto solo es posible con una articulación de toda la institucionalidad y el sector privado. Por ello, invito a la Cámara de Comercio, Fenalco, la Alcaldía de Neiva, la Gobernación del Huila, el Concejo de Neiva, la Universidad Surcolombiana y otras universidades de la región a impulsar un verdadero cambio y transformación social y cultural, para apropiarnos mediante el padrinazgo de los espacios públicos, el plan de ornato, la subasta de espacios públicos, entre otras medidas, y darle en definitiva una nueva cara a nuestra desmejorada y descuidada ciudad, que es en última instancia el lugar donde todos hemos elegido vivir y compartir.
